Conmoción en Colombia por la muerte del hijo enfermo del policía rehén de las FARC
La guerrilla desoyó la súplica del niño, de 11 años, para que liberara a su padre
SALUD HERNANDEZ-MORA.
Especial para EL MUNDO BOGOTA.-
Diciembre 20 de 2001
A las cuatro de la tarde de ayer, acompañado de miles de vecinos y algunos líderes políticos y sociales, Andrés Felipe Pérez recibió sepultura en su pueblo natal, Buga, al oeste del país.
El niño, de 11 años, murió el martes sin cumplir su sueño: ver por última vez a su padre, secuestrado hace 21 meses por las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia).
Durante cinco meses el pequeño luchó contra el cáncer y contra la intransigencia de la guerrilla, que no quiso liberar al cabo de la policía José Norberto Pérez, para que acompañara a su hijo en sus últimos días de vida. Durante todo ese tiempo, sobre todo en las pasadas tres semanas, Andrés Felipe se convirtió en Colombia el símbolo de la crueldad de una guerra y logró la solidaridad de una ciudadanía que pocas veces se moviliza por una causa. Miles de ciudadanos inundaron los medios de comunicación de mensajes exigiendo al grupo guerrillero la libertad del suboficial mientras otros se ofrecieron como voluntarios para intercambiarse por el padre.
El niño, por su parte, escribió en numerosas ocasiones a Manuel Marulanda, alias Tirofijo, máximo líder de las FARC. También envió una carta a los Reyes de España para que mediaran en su caso. Incluso llegó a pedirle a un pintor que le enviara de regalo navideño un retrato a Tirofijo para que, a cambio, le regalara la libertad de su progenitor.
La primera respuesta de las FARC fue exigir que sus médicos examinaran a Andrés Felipe para atestiguar la veracidad de la enfermedad. La más reciente, que tampoco fue aceptada, fue demandar la puesta en libertad de un guerrillero preso, Ignacio González, al parecer enfermo.
El niño padecía cáncer desde su nacimiento, pero se había agravado tras la captura de su padre, el 17 de marzo de 2000, en el asalto guerrillero al puesto de policía que comandaba en Santa Cecilia, un apartado caserío.
Ya le habían extirpado un riñón y un pulmón, y los médicos que le atendieron en la Policlínica de la policía de Bogotá informaron a finales de noviembre que nada más se podía hacer por salvar su vida.
Crisis respiratorias
El 3 de diciembre regresó a su casa junto a su madre, que se gana la vida trabajando por horas en las casas. Quería estar con su hermana de cuatro años y sus abuelos. Desde ese día sufrió dos graves crisis respiratorias.
La última, el martes por la mañana. Pocas horas antes había pedido a su madre que le despertara si llamaba su padre, porque había corrido el falso rumor de que la guerrilla se lo pondría al teléfono. El niño según dijo su madre, murió muy triste porque no pudo abrazar a su padre.
Nada más conocerse la noticia, se multiplicaron por todo el país las voces de rechazo hacia la guerrilla. «Es un acto de insensatez de las FARC», dijo el presidente Andrés Pastrana. «Lo mínimo que les pedíamos es un gesto humanitario frente al dolor de una familia que tenía un padre secuestrado y un niño con una enfermedad terminal».
El Alto Comisionado para la Paz, Camilo Gómez, manifestaba que las FARC «cada vez están más alejadas de los sentimientos de los colombianos». Y el Defensor del Pueblo decía que la paz había que hacerla con seres humanos, y se preguntaba si esos guerrilleros lo son.
En la misma línea se pronunciaron todos los candidatos presidenciales recogiendo el sentimiento de indignación generalizado que manifestaban ciudadanos de todo el país a través de la radio y la televisión. «El país ha seguido con especial sensibilidad este caso lleno de intolerancia e ignominia por parte de las FARC», dijo Horacio Serpa, el candidato favorito en las encuestas.
Para algunos analistas, la actitud intransigente de las FARC, haciendo oídos sordos a un clamor de millones de colombianos, tendrá repercusiones negativas sobre el proceso de paz en el que, según los estudios de opinión, no confían el 85% de la población.
La guerrilla desoyó la súplica del niño, de 11 años, para que liberara a su padre
SALUD HERNANDEZ-MORA.
Especial para EL MUNDO BOGOTA.-
Diciembre 20 de 2001
A las cuatro de la tarde de ayer, acompañado de miles de vecinos y algunos líderes políticos y sociales, Andrés Felipe Pérez recibió sepultura en su pueblo natal, Buga, al oeste del país.
El niño, de 11 años, murió el martes sin cumplir su sueño: ver por última vez a su padre, secuestrado hace 21 meses por las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia).
Durante cinco meses el pequeño luchó contra el cáncer y contra la intransigencia de la guerrilla, que no quiso liberar al cabo de la policía José Norberto Pérez, para que acompañara a su hijo en sus últimos días de vida. Durante todo ese tiempo, sobre todo en las pasadas tres semanas, Andrés Felipe se convirtió en Colombia el símbolo de la crueldad de una guerra y logró la solidaridad de una ciudadanía que pocas veces se moviliza por una causa. Miles de ciudadanos inundaron los medios de comunicación de mensajes exigiendo al grupo guerrillero la libertad del suboficial mientras otros se ofrecieron como voluntarios para intercambiarse por el padre.
El niño, por su parte, escribió en numerosas ocasiones a Manuel Marulanda, alias Tirofijo, máximo líder de las FARC. También envió una carta a los Reyes de España para que mediaran en su caso. Incluso llegó a pedirle a un pintor que le enviara de regalo navideño un retrato a Tirofijo para que, a cambio, le regalara la libertad de su progenitor.
La primera respuesta de las FARC fue exigir que sus médicos examinaran a Andrés Felipe para atestiguar la veracidad de la enfermedad. La más reciente, que tampoco fue aceptada, fue demandar la puesta en libertad de un guerrillero preso, Ignacio González, al parecer enfermo.
El niño padecía cáncer desde su nacimiento, pero se había agravado tras la captura de su padre, el 17 de marzo de 2000, en el asalto guerrillero al puesto de policía que comandaba en Santa Cecilia, un apartado caserío.
Ya le habían extirpado un riñón y un pulmón, y los médicos que le atendieron en la Policlínica de la policía de Bogotá informaron a finales de noviembre que nada más se podía hacer por salvar su vida.
Crisis respiratorias
El 3 de diciembre regresó a su casa junto a su madre, que se gana la vida trabajando por horas en las casas. Quería estar con su hermana de cuatro años y sus abuelos. Desde ese día sufrió dos graves crisis respiratorias.
La última, el martes por la mañana. Pocas horas antes había pedido a su madre que le despertara si llamaba su padre, porque había corrido el falso rumor de que la guerrilla se lo pondría al teléfono. El niño según dijo su madre, murió muy triste porque no pudo abrazar a su padre.
Nada más conocerse la noticia, se multiplicaron por todo el país las voces de rechazo hacia la guerrilla. «Es un acto de insensatez de las FARC», dijo el presidente Andrés Pastrana. «Lo mínimo que les pedíamos es un gesto humanitario frente al dolor de una familia que tenía un padre secuestrado y un niño con una enfermedad terminal».
El Alto Comisionado para la Paz, Camilo Gómez, manifestaba que las FARC «cada vez están más alejadas de los sentimientos de los colombianos». Y el Defensor del Pueblo decía que la paz había que hacerla con seres humanos, y se preguntaba si esos guerrilleros lo son.
En la misma línea se pronunciaron todos los candidatos presidenciales recogiendo el sentimiento de indignación generalizado que manifestaban ciudadanos de todo el país a través de la radio y la televisión. «El país ha seguido con especial sensibilidad este caso lleno de intolerancia e ignominia por parte de las FARC», dijo Horacio Serpa, el candidato favorito en las encuestas.
Para algunos analistas, la actitud intransigente de las FARC, haciendo oídos sordos a un clamor de millones de colombianos, tendrá repercusiones negativas sobre el proceso de paz en el que, según los estudios de opinión, no confían el 85% de la población.
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